Actualidad Nalanda
Patrick Sondenheimer, el capitán del vuelo 9525 de Germanwings, compañía filial de Lufthansa, despegó el Airbus 320 desde Barcelona con dirección a Düsseldorf y 149 pasajeros a bordo siguiendo el protocolo habitual en la aviación.
Una vez que el avión alcanzó su altura y velocidad de crucero, le comentó a Andreas Lubitz, su copiloto, que no le había dado tiempo a ir al baño. Se levantó de su asiento y abandonó la cabina dejando a su compañero a los mandos de la aeronave.
Cuando el comandante regresó del baño, Lubitz había cerrado la puerta y se había hecho con los mandos del aparato. Sondenheimer intentó entrar golpeando el acceso con un objeto metálico, posiblemente un hacha, mientras gritaba: «¡Por Dios, abre la maldita puerta!»
Lubitz había desactivado el piloto automático, se había hecho con los mandos del avión para iniciar un descenso precipitado. El piloto, de 27 años de edad, había pasado por decenas de consultas por trastornos psíquicos y depresiones y el día de la catástrofe estaba de baja médica, situación que había ocultado en su empresa.
Los fiscales determinaron que Lubitz aprovechó una salida momentánea de su compañero para bloquear el acceso a la cabina y estrellar el aparato en los Alpes.
Era el 24 de Marzo de 2015. En el siniestro falleció todo el pasaje, entre los que se hallaban 47 españoles y 72 alemanes.
La pregunta que surgió a raíz de esta catástrofe fue: si se hubiese conocido con más detalle la situación de desequilibrio emocional de ese piloto, ¿se le habría permitido conducir un avión?
Este error humano tuvo una gran repercusión por la magnitud de la tragedia y las circunstancias en las que se produjo, pero desgraciadamente no es ni será el último.
Cada vez se informa de más accidentes, fruto de un mal estado psicofísico de un trabajador, que pueden afectar a un gran número de personas: conductores de transporte público, operadores de grúas, controladores aéreos, etc.
Son actividades en las que el factor humano puede ser el desencadenante de accidentes muy graves. Pese a que su casuística es muy variada, todos ellos tienen un patrón común: las condiciones psicofísicas del trabajador no eran las idóneas para desempeñar su trabajo sin poner en riesgo a sí mismo, a sus compañeros o a los pasajeros que transportaba.
Podría ser un conductor de un autobús escolar que no ha dormido lo suficiente, que está bajo los efectos de algún fármaco, o del alcohol, o bien el conductor de una grúa que tiene un trastorno psicológico que no le permite concentrarse en su trabajo.
Todos estos accidentes ponen el foco en qué habría pasado si ese trabajador responsable de maquinaria o vehículos que pueden causar daños a terceros, hubiera pasado un exhaustivo examen médico antes de causar el daño.
No estamos hablando de un reconocimiento médico habitual que puede medir las aptitudes psicofísicas de una persona y que le habilitan para desempeñar su trabajo durante seis meses, sino de algún tipo de prueba que realice justo antes de que el trabajador vaya a comenzar su jornada de trabajo, y que pueda detectar en el momento cualquier anomalía física o psíquica: falta de reflejos, tensión arterial elevada, estar bajo los efectos del alcohol o de sustancias psicotrópicas que puedan alterar sus facultades, etc.
En España la siniestralidad relacionada con el factor humano es muy alta: según los datos del INSST, en uno de cada tres accidentes mortales el error humano fue el causante del siniestro. Viendo estas estadísticas, los expertos en prevención laboral, no dejan de preguntarse si estos errores humanos son predecibles, o si al menos podemos evitar que se cometan errores que cuestan muchas vidas.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que entre un 15 y un 30 % de las víctimas de accidentes laborales podrían estar relacionadas con el consumo del alcohol y otras drogas, así como que los trabajadores con estos problemas presentan un absentismo laboral dos o tres veces mayor que el resto.
Lamentablemente, no se pueden realizar cada día chequeos médicos a todos los trabajadores con responsabilidad de transportar cargas físicas o humanas. La fatiga, el estrés, una distracción momentánea, los efectos de un determinado medicamento, las consecuencias de haber ingerido alcohol o algún tipo de sustancia, son tan comunes como difíciles de identificar en un reconocimiento médico en tiempo real para prevenir males mayores.
Sin embargo, en la continua búsqueda de soluciones de prevención laboral, una empresa española en colaboración con la Universidad de Zaragoza ha desarrollado un sencillo test que permite evaluar la aptitud de un trabajador en tiempo real para evitar así daños colaterales. El test proporciona un resultado de suficiencia o insuficiencia de determinadas aptitudes en el mismo momento en que se realiza.
Su uso más urgente es buscar la inmediatez de uso preventivo en las actividades que conlleven un riesgo grave de alta y múltiple siniestralidad. Pero también sería de gran utilidad para medir las aptitudes de un operario a través de un control periódico más o menos frecuente, en función de la gravedad del riesgo.
Este test tiene beneficios tanto para el trabajador como para la empresa
Este software o test desarrollado por una empresa española puede ser una red salvavidas que evite un gran número de siniestros laborales, una solución a un problema cada vez más recurrente en España.
Este tipo de aplicaciones son de gran interés para todos aquellos puestos que asumen una especial responsabilidad ante terceros, como el de transportista, conductor de mercancías peligrosas, conductores de pasajeros, etc. Los trabajadores que desempeñan estas funciones deben reunir una serie de cualidades y aptitudes para hacerlo con absolutas garantías.
El usuario del software tiene que realizar una serie de pruebas psicofísicas con las que se decidirá si el candidato está capacitado para desarrollar la tarea en condiciones óptimas. La herramienta ya ha sido testada en trabajadores voluntarios de General Motors y se seguirá probando en otras empresas antes de lanzarla al mercado.
El desarrollo de este tipo de herramientas es un notable avance en la lucha para reducir las cifras de siniestros en determinados trabajos que ponen en riesgo no solo la salud del trabajador, sino también la de terceras personas.
Siendo un avance extraordinario, no debemos perder de vista que el error humano es impredecible y que se seguirán produciendo accidentes en el transporte de pasajeros y de mercancías peligrosas, en el manejo de material pesado, etc., incluso en trabajadores que hayan pasado esta prueba o test con éxito. Como humanos, no estamos eximidos de cometer errores. La buena noticia es que muchos de estos accidentes ya no se producirán y las estadísticas de siniestralidad laboral por accidentes descenderán notablemente. Y quién sabe si tentativas de suicidio colectivas, como la del piloto de Germanwings, podrán evitarse en el futuro.
Ojalá que así sea.
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– Manuscrito Universidad de Nalanda – S.XI
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