Ha llegado septiembre y, como suele pasar, es el momento en que nos proponemos todo tipo de actividades, cursos, programas…. es decir, intentamos mejorar aquellos aspectos de nuestra vida que tenemos más olvidados y que nos gustaría recuperar…¡sentimos que tenemos que tomar las riendas!
Tras el confinamiento y las vacaciones, que a todos nos ponen unos kilitos de más, la vuelta a la rutina anual nos hace pensar también en nuestra alimentación y cómo encauzarla de una manera más ordenada y programada.
Alimentarse correctamente es fundamental para mejorar nuestra salud y bienestar, para rendir al máximo (tanto en el trabajo como en las actividades diarias) y sentirse más satisfecho con uno mismo.
Pero no todas las personas debemos alimentarnos de la misma forma ni tampoco debemos ingerir la misma cantidad. Por eso, cuando planifiquemos nuestra alimentación es necesario tener en cuenta una serie de factores personales, como las posibles alergias a ciertos medicamentos o los requerimientos físicos e intelectuales de cada uno en función de su trabajo y nivel de actividad en el quehacer diario.
Por eso debemos conocer individualmente, de forma personalizada, las calorías que necesitamos.
¿Cómo calcular las calorías que YO necesito?
Existen dos fórmulas muy utilizadas: una se basa en los aspectos físicos de una persona (peso, altura, edad y sexo) – fórmula de Harris-Benedict-, y otra que contempla la actividad física que realiza una persona a lo largo de una semana (ejercicio o deporte) –fórmula de Mifflin – St. Jeor -.
La fórmula de Harris-Benedict nos indica nuestra Tasa Metabólica Basal(TMB), que son las calorías que consumimos en reposo, sin actividad, las que nuestro cuerpo necesita para vivir.
Una vez que tenemos este dato (TMB), debemos utilizar la fórmula de Mifflin – St. Jeor, que consiste en multiplicarlo por una cifra según el ejercicio que realicemos en base a estos criterios